viernes, 10 de noviembre de 2017

TODO TIENE UN PROPÓSITO




Juan 11:4
"Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella."


De las palabras de nuestro Señor aprendemos que hay un límite a la enfermedad. Un paso restringido, y más allá del cual no puede ir. Lázaro podría pasar por la muerte, pero la muerte no iba a ser el ultimátum de su enfermedad. En todas las enfermedades, el Señor dijo a las olas de dolor, "Hasta ahora irán, pero no más." Su propósito fijo no es la destrucción, sino la instrucción de su pueblo. La sabiduría cuelga el termómetro en la boca del horno y regula el calor.


1. El límite es alentadoramente amplio. El Dios de la providencia ha limitado el tiempo, la manera, la intensidad, la repetición y los efectos de todas nuestras enfermedades; cada latido se decreta, cada hora de desvelo se predestinada, cada recaída se ordenada, cada depresión del espíritu es previamente conocida, y cada resultado santificante es eternamente propuesto. Nada grande ni pequeño escapa a la mano ordenadora de aquel que cubre los cabellos de nuestra cabeza.


2. Este límite es sabiamente ajustado a nuestra fuerza, al final diseñado, y a la gracia repartida. La aflicción no viene al azar - el peso de cada golpe de la barra se mide con precisión. El que no cometió errores al equilibrar las nubes y reunir los cielos, no comete errores al medir los ingredientes que componen la medicina de las almas. No podemos sufrir demasiado ni ser relevados demasiado tarde.


3. El límite es tiernamente designado. El cuchillo del cirujano celestial nunca corta más profundo de lo que es absolutamente necesario. "No aflige voluntariamente, ni aflige a los hijos de los hombres". El corazón de una madre grita: "Aparta a mi hijo;" pero ninguna madre es más compasiva que nuestro Dios misericordioso. Cuando consideramos lo duros que somos, es una maravilla la forma en que Dios nos corrije. 


Este pensamiento está lleno de consuelo, porque el que ha fijado los límites de nuestra habitación, también ha fijado los límites de nuestra tribulación.

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