Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
miércoles, 7 de diciembre de 2016
HABLAR DE CRISTO
Efesios 3:8
"A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo."
El apóstol Pablo sentía un gran privilegio de poder predicar el evangelio. No consideraba su vocación como un trabajo pesado, sino algo que hacía con intenso placer. Sin embargo, mientras Pablo estaba agradecido por su oficio, su éxito en él hizo que se humillara. Los ociosos pueden disfrutar de una presunción de sus habilidades, porque no son probadas; pero el trabajador diligente pronto aprende su propia debilidad.
Si buscas la humildad, intenta trabajar duro; aunque el apóstol así sabía y confesaba su debilidad, nunca estaba pasivo en cuanto al tema de su ministerio. Desde su primer sermón hasta el último, Pablo predicó a Cristo, y nada más que a Cristo. Alzó la cruz y alabó al Hijo de Dios que sangraba sobre ella. Sigamos su ejemplo en todos los esfuerzos personales para difundir las buenas nuevas de la salvación, y dejemos que Cristo sea el tema recurrente.
El cristiano debe ser como aquellas hermosas flores de primavera que, cuando el sol brilla, abren sus copas de oro, como diciendo: "Llénanos con tus rayos". Pero cuando el sol se oculta tras una nube, cierran sus copas y caen de cabeza. Así debe el cristiano sentir la dulce influencia de Jesús; Jesús debe ser su sol, y debe ser la flor que se rinde al Sol de la Justicia.
Hablemos de Cristo. Es el carbón vivo para el labio del hablante, y la llave maestra al corazón del oyente.
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