Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
domingo, 25 de diciembre de 2016
VINO A REDIMIRNOS
Isaías 62:12
"Y les llamarán Pueblo Santo, Redimidos de Jehová; y a ti te llamarán Ciudad Deseada, no desamparada."
La superación de la gracia de Dios se ve muy claramente en que todos los que formamos parte de su pueblo, no fue porque hayamos querido llegar, sino que Él fue en nuestro encuentro, nos fue a buscar.
Los hombres buscan algo que se pierde en el piso de la casa, pero en tal caso sólo buscan, no anhelan. Dios nos buscó, anhelaba que regresáramos a casa. Nos mezclábamos con el fango: fuimos como cuando un pedazo precioso de oro cae en el alcantarillado, y los hombres se reúnen e inspeccionan cuidadosamente una masa de abominable inmundicia, y continúan revolviendo y rastrillando y buscando entre el montón hasta que el tesoro es encontrado. O, para usar otra figura, estábamos perdidos en un laberinto; vagabundeábamos de aquí para allá, y cuando la misericordia vino después de nosotros con el evangelio, no nos encontró en la primera llamada, tuvo que buscarnos y buscarnos por mucho... Porque nosotros, como ovejas perdidas, estábamos tan desesperadamente perdidos y habíamos entrado en un país tan extraño, que no parecía posible que ni siquiera el Buen Pastor pudiera rastrear nuestras tortuosas rutas. ¡Gloria a la inconquistable gracia, fuimos buscados! Ninguna oscuridad podía ocultarnos, ninguna inmundicia podía ocultarnos, fuimos encontrados y llevados a casa. ¡Gloria al infinito amor, Dios el Espíritu Santo nos reestableció!
La vida de algunos miembros del pueblo de Dios, si pudiera ser escrita, nos llenaría de asombro. Extraños y maravillosos son los caminos que Dios usó en su caso para encontrar a los suyos. Bendito sea Su Nombre, nunca renuncia a la búsqueda hasta que los elegidos sean buscados y encontrados eficazmente. Ellos no son un pueblo buscado hoy y desechado mañana. La entereza y la sabiduría combinadas no harán fracasos, serán llamados redimidos.
No podemos encontrar ninguna razón para lo que hizo sino el amor soberano de Dios, y sólo podemos elevar nuestro corazón en el asombro, y alabar al Señor que esta noche podemos usar el nombre de "redimidos".
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