domingo, 3 de septiembre de 2017

BUSCÁNDOLO



Mateo 28:1
"Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro."


Aprendamos de María Magdalena cómo obtener comunión con el Señor Jesús. Observemos cómo buscó. Ella buscó al Salvador muy temprano en la mañana... Porque el corazón apto para la comunión es un corazón sediento y deseoso de su presencia. Ella lo buscó también con gran audacia. 


Otros discípulos huyeron del sepulcro, porque temblaban y se asombraron. Pero María, se dice, "se paró" en el sepulcro. Si quisieras tener a Cristo contigo, búscalo atrevidamente. No dejes que nada te detenga. Desafía el mundo. Presiona donde otros huyen. Ella buscó a Cristo fielmente - ella se paró en el sepulcro. A algunos les resulta difícil estar al lado de un Salvador vivo, pero ella estaba parada junto a lo que se suponía era un muerto. 

Busquemos a Cristo según este modo, permaneciendo fieles aunque todos los demás lo abandonen. Tengamos en cuenta además, que buscó a Jesús con seriedad - ella estaba "llorando". Aquellos mares de lágrimas eran como poemas que llevaban al Salvador cautivo, y lo hacían salir y mostrarse a ella. ¡Si deseas la presencia de Jesús, llora, gime, búscalo! 

No deberíamos ser felices a menos que venga y nos diga: "Tú eres mi amado". María no estaba allí por nadie, sólo buscó al Salvador. No se maravilló por haber visto ángeles, pues su búsqueda y adoración eran sólo para el Señor. Si Cristo es tu único y verdadero amor, si tu corazón ha expulsado a todos los rivales, no te faltará el consuelo de su presencia. María Magdalena buscaba así porque amaba mucho. 

Despertemos a la misma intensidad de afecto. Que nuestro corazón, como el de María, esté lleno de Cristo, y nuestro amor, como el suyo, no se satisfaga con nada más que con su presencia. ¡Oh Señor, revélate a los que te buscan este día!

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