Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
martes, 5 de septiembre de 2017
SE LE APARECIÓ PRIMERO A MARÍA
Marcos 16:9
"Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios."
Jesús "apareció primero a María Magdalena", probablemente no sólo por su gran amor y su búsqueda perseverante, sino porque, como lo indica el contexto, había sido un trofeo especial del poder de entrega de Cristo.
Aprendamos de esto, que la grandeza de nuestro pecado antes de la conversión no debe hacernos imaginar que no seamos especialmente favorecidos con el grado más alto de compañerismo. Ella era la que había dejado todo para convertirse en una constante asistente del Salvador. Él era su primero, su objeto principal. Muchos de los que estaban al lado de Cristo no tomaron la cruz de Cristo; ella lo hizo. Gastó su sustancia en aliviar sus deseos. Si vemos mucho de Cristo, sirvámosle. Dime quiénes son los que se sientan más a menudo bajo la bandera de su amor, y beben las corrientes más profundas de la copa de la comunión, y estoy seguro de que serán los que dan más, que sirven mejor y que permanecen más cerca del corazón de Su amado Señor.
Pero observa cómo Cristo se reveló a su sierva, por medio de su nombre "María". Sólo necesitaba una palabra en su voz, y al instante ella lo conoció, su corazón estaba demasiado lleno para decir más. Esa palabra sería, naturalmente, la más apropiada para la ocasión. Implica obediencia. Ella dijo: "Maestro." No hay estado de ánimo en el que esta confesión de lealtad sea demasiado fría. No, cuando tu espíritu brille más con el fuego celestial, entonces dirás: "Yo soy tu siervo, tú soltaste mis ataduras". Si puedes decir: "Maestro", si sientes que su voluntad es tu voluntad, entonces estás en un lugar feliz y santo.
Vemos en todo esto cómo Cristo honra a los que le honran, cómo el amor atrae a nuestro Amado, cómo necesita una sola palabra suya para convertir nuestro llanto en regocijo, cómo su presencia hace que el sol del corazón salga de nuevo. Bendito nuestro Salvador.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario