Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
sábado, 9 de septiembre de 2017
ELIMINANDO EL MAL
1 Reyes 18:40
"Entonces Elías les dijo: Prended a los profetas de Baal, para que no escape ninguno. Y ellos los prendieron; y los llevó Elías al arroyo de Cisón, y allí los degolló."
Cuando el profeta Elías recibió la respuesta a su oración, y el fuego del cielo había consumido el sacrificio en presencia de todo el pueblo, llamó a los israelitas reunidos para tomar a los sacerdotes de Baal, y exclamó severamente que nadie escapara. Él los llevó a todos al arroyo de Kisón, y los mató allí.
¿Violento? Así debemos ser con nuestros pecados, ni uno debe ser preservado. Nuestro 'querido' pecado debe morir. No lo dejemos ni lo consintamos. Debemos golpearlo y sacarlo fuera de nuestra vida, porque Dios golpeó al pecado cuando fue puesto sobre su propio Hijo. Con severo propósito inquebrantable debes condenar hasta la muerte ese pecado que alguna vez fue el ídolo de tu corazón.
¿Te preguntarás cómo lograrás esto? Jesús será tu poder. Tú tienes gracia para vencer el pecado; tienes la fuerza para ganar la victoria en la cruzada contra las concupiscencias internas, porque Cristo Jesús ha prometido estar contigo hasta el fin. Si triunfas en la oscuridad, ponte en la presencia del Sol de Justicia. No hay lugar tan bien adaptado para el descubrimiento del pecado, y la recuperación de su poder y culpa, como la presencia inmediata de Dios. Job nunca supo cómo deshacerse del pecado tan bien como lo hizo cuando su ojo de fe descansó sobre Dios, y luego se aborreció y se arrepintió en el polvo y la ceniza.
El oro fino del cristiano se está volviendo cada vez más tenue. Necesitamos el fuego sagrado para consumir la escoria. Volvamos a nuestro Dios, Él es un fuego consumidor. No consumirá nuestro espíritu, sino nuestros pecados. Que la bondad de Dios nos conduzca a un celo sagrado y a un aborrecimiento contra las iniquidades que son abominables ante sus ojos.
Salgamos a la batalla en Su fuerza, y destruyamos por completo a la tripulación malvada que nos aparta de Dios: que ninguno de ellos escape.
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