martes, 19 de septiembre de 2017

MURIÓ POR MI




Juan 19:5
"Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: !!He aquí el hombre!"


Si hay un lugar donde nuestro Señor Jesús se funde plenamente en el gozo y el consuelo de su pueblo, es donde se hundió más profundamente en las profundidades de la aflicción. 


Contemplemos hoy al hombre en el jardín de Getsemaní. Contempla su corazón tan lleno de amor que no puede retenerlo, tan lleno de dolor que debe encontrar un respiradero. He aquí el sudor sangriento que destila de cada poro de su cuerpo, y cae sobre el suelo. He aquí el hombre al que le clavan las manos y los pies. Mira hacia arriba, arrepentiéndote de los pecados, y observa la triste imagen de tu Señor sufriente. Míralo, como las gotas de rubí sobre la espina-corona adornan como gemas inestimables la diadema del Rey de reyes. 

He aquí el hombre cuando todos sus huesos están desordenados, y es derramado como agua y traído al polvo de la muerte. Dios lo ha abandonado, y el infierno lo rodea. He aquí, ¿mereció alguna vez aflicción semejante? Todos los que pasan se acercan y miran a este espectáculo de dolor, único, sin par, una maravilla para los hombres y los ángeles, un prodigio inigualable. ¡He aquí el emperador de la aflicción que no tenía rival ni rival en sus agonías! 

Míralo, sin consuelo, porque si no hay consuelo en Cristo crucificado, no hay gozo en la tierra ni en el cielo. Si en el precio del rescate de tu sangre no hay esperanza, no hay alegría en ti, y la diestra de Dios no conocerás para tener placeres para siempre. 

Sólo tenemos que mirar sus heridas y sanar las nuestras. Si queremos vivir bien debe ser por la contemplación de su muerte. Si nos levantamos a la dignidad, debe ser considerando su humillación y su dolor. Él murió por nosotros. ¿Moriremos nosotros al pecado?

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