Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
sábado, 28 de abril de 2018
EDIFICADOS EN ÉL
Colosenses 2:6-7
"Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él;
arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias."
Si hemos recibido a Cristo mismo en nuestros corazones y pensamientos más íntimos, nuestra nueva vida manifestará su íntimo conocimiento de Él mediante un caminar de fe. Caminar implica acción. Nuestra religión no debe limitarse a nuestro armario; debemos llevar a efecto práctico aquello en lo que creemos. Si un hombre camina en Cristo, entonces actúa de la manera que Cristo actuaría; porque Cristo está en Él. Su esperanza, su amor, su alegría, su vida, todo él es el reflejo de la imagen de Jesús; y los hombres dicen de ese hombre: "Es como su Maestro, vive como Jesucristo".
Caminar significa progreso. "Así que andad en Él..."; pasa de la gracia a la gracia, avanza hasta llegar al grado más elevado de conocimiento que un hombre puede alcanzar con respecto a nuestro Amado. Caminar implica continuidad. Debe haber una permanencia permanente en Cristo. ¿Cuántos cristianos piensan que por la mañana y por la noche deben venir a la compañía de Jesús, y pueden dar sus corazones al mundo todo el día? Deberíamos estar siempre con Él, pisando sus pasos y haciendo Su Voluntad.
Caminar también implica hábito. Cuando hablamos del andar y la conversación de un hombre, nos referimos a sus hábitos, el tenor constante de su vida. Ahora, si a veces disfrutamos de Cristo, y luego lo olvidamos; a veces lo llamamos nuestro, y luego perdemos el control, eso no es un hábito; no caminamos en Él. Debemos mantenerlo, aferrarnos a Él, nunca dejarlo ir, sino vivir y tener nuestro ser en Él.
"Como habéis recibido a Cristo Jesús el Señor, andad en Él". Persevera de la misma manera en que comenzaste, y, como al principio de tu vida cristiana, que esa alegría y ese gozo sea el mismo hasta el final de la vida; lo mismo cuando caminas por el valle de la sombra de la muerte que cuando entras en la alegría y el descanso que queda para el pueblo de Dios.
¡Oh Espíritu Santo, permítenos obedecer este precepto celestial!
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