Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
jueves, 19 de abril de 2018
EN TU LUZ VEREMOS LA LUZ
Salmos 36:9
"Porque contigo está el manantial de la vida;
En tu luz veremos la luz."
Ningún labio puede hablar genuinamente del amor de Cristo hasta que Jesús mismo hable dentro de él. Todas las descripciones se quedan cortas y lejos de la realidad a menos que el Espíritu Santo las llene de vida y poder; hasta que nuestro Emmanuel se revele en sí mismo, el alma no lo ve. Si vieras el sol, ¿reunirías los medios comunes de iluminación y buscarías de ese modo imitar su luz? No, el sabio sabe que el sol debe revelarse, y solo por su propio fuego puede verse esa poderosa lámpara.
Es así con Cristo. "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás", dijo a Pedro, "porque carne y sangre no te ha revelado esto". Purifica la carne y la sangre mediante cualquier proceso educativo que puedas seleccionar, eleva las facultades mentales al más alto grado de poder intelectual, pero ninguna de ellas puede revelar a Cristo. El Espíritu de Dios debe venir con poder y eclipsar al hombre con sus alas, y entonces, en ese místico santo de los santos, el Señor Jesús debe mostrarse ante el ojo santificado, como no lo hace con los hijos ciegos de los hombres. Cristo debe ser su propio espejo. La gran masa de este mundo de ojos empañados no puede ver nada de las glorias inefables de Emmanuel. Él se presenta ante ellos sin forma ni belleza, una raíz de un terreno seco, rechazada por los vanos y despreciada por los orgullosos.
Sólo donde el Espíritu ha tocado el ojo con ungüento, ha vivificado el corazón con la vida divina y ha educado al alma a un gusto celestial, solo él ha comprendido. "Para ustedes que creen que Él es precioso"; para ti Él es la principal piedra angular, la Roca de tu salvación, tu todo en todo; pero para otros es "una piedra de tropiezo y una roca de ofensa". Felices son aquellos a quienes nuestro Señor se manifiesta, porque su promesa a ellos es que Él hará su morada con ellos.
Oh Jesús, nuestro Señor, nuestro corazón está abierto, entra, y no salgas nunca. ¡Muéstrate a nosotros ahora! Muestra tu favor a nosotros con un vistazo de tus encantos que todo lo conquistan.
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