jueves, 12 de abril de 2018

IGLESIA EN CASA



Filemón 2
"...y a la amada hermana Apia, y a Arquipo nuestro compañero de milicia, y a la iglesia que está en tu casa."


¿Hay una iglesia en mi casa? ¿Son padres, hijos, amigos, todos sus miembros? ¿O todavía hay algunos no convertidos? Hagamos una pausa aquí y démosle la vuelta a la pregunta: ¿Soy miembro de la Iglesia en mi casa? ¡Cómo saltaría el corazón del padre de alegría, y los ojos de la madre se llenarían de lágrimas sagradas si desde el mayor hasta el más pequeño todos fueran salvos! 


Oremos por esta gran misericordia hasta que el Señor nos la conceda. Probablemente había sido el objeto más querido de los deseos de Filemón de tener toda su casa salvada; pero al principio no se le concedió en su plenitud. Tenía un siervo malo, Onésimo, quien, habiéndole agraviado, se escapó de su servicio. Las oraciones de su maestro lo siguieron, y finalmente, como Dios lo quería, Onésimo fue llevado a escuchar a Pablo predicando; su corazón se conmovió, y regresó a Filemón, no solo para ser un siervo fiel, sino también como un hermano amado, agregando otro miembro a la Iglesia en la casa de Filemón. ¿Hay algún sirviente o niño inconverso ausente esta mañana? ¡Haga una súplica especial para que tal vez, al regresar a su hogar, alegre a todos los corazones con buenas noticias de lo que la gracia ha hecho!

Si hay tal Iglesia en nuestra casa, ordenemos bien y dejemos que todos actúen como a los ojos de Dios. Pasemos a los asuntos comunes de la vida con santidad estudiada, diligencia, bondad e integridad. Se espera más de un Hogar-Iglesia que de un hogar común; la adoración familiar debe, en tal caso, ser más devota y abundante; el amor interno debe ser más cálido e ininterrumpido, y la conducta externa debe ser más santificada y semejante a Cristo. No debemos temer que la pequeñez de nuestro número nos saque de la lista de Iglesias, porque el Espíritu Santo ha inscrito aquí una iglesia familiar en el inspirado libro del recuerdo. 


Como Iglesia, vamos a acercarnos a la gran cabeza de la única Iglesia universal, y supliquemos que nos dé la gracia de brillar ante los hombres para la gloria de Su Nombre.

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