Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
lunes, 23 de abril de 2018
SANGRE DE PACTO
Hebreos 9:20
"...diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado."
Pasan cosas peculiares con la sangre. Un corazón bondadoso no soporta ver sangrar a un gorrión y, a menos que se familiarice con el tema, se aleja horrorizado ante la matanza de una bestia. En cuanto a la sangre de los hombres, es consagrada: es un asesinato arrojarla con ira, es un crimen terrible malgastarla en la guerra. ¿Es esta solemnidad ocasionada por el hecho de que la sangre es la vida y el derramarla la señal de la muerte? Nosotros pensamos eso y cuando nos levantamos para contemplar la sangre del Hijo de Dios, nuestro asombro aumenta aún más, y nos estremecemos al pensar en la culpa del pecado y en la terrible pena que soportó el Portador del pecado.
La sangre, siempre preciosa, no tiene precio cuando fluye del lado de Emmanuel. La sangre de Jesús sella el pacto de gracia y lo hace seguro para siempre. Los pactos de antaño fueron hechos por sacrificio, y el pacto eterno fue ratificado de la misma manera. ¡Oh, el deleite de ser salvo sobre el fundamento seguro de compromisos divinos que no pueden ser deshonrados! La salvación por las obras de la ley es una nave frágil y rota cuyo naufragio está seguro; pero el buque del pacto no teme a las tormentas, porque la sangre lo asegura todo.
La sangre de Jesús hizo válido su testamento. Las voluntades no tienen poder a menos que los testadores mueran. En esta luz, la lanza del soldado es una bendita ayuda para la fe, ya que demostró que nuestro Señor estaba realmente muerto. Dudas sobre ese asunto no puede haber ninguna, y podemos apropiarnos audazmente de los legados que ha dejado para su pueblo. Felices aquellos que ven su título de bendiciones celestiales aseguradas por un Salvador moribundo. Pero, ¿esta sangre no tiene voz para nosotros? ¿No nos pide que nos santifiquemos a aquel por quien hemos sido redimidos? ¿No nos llama a la santidad de vida y nos incita a la entera consagración al Señor?
¡Oh, que el poder de la sangre se conozca y se sienta en nosotros este día! Que nos permita volvernos a Dios en una vida que le honre y le ame. Así sea.
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