miércoles, 11 de abril de 2018

EN EL DESIERTO


Oseas 13:5
"Yo te conocí en el desierto, en tierra seca."


Sí, Señor, en verdad me conociste en mi estado caído, e incluso entonces me elegiste para ti. Cuando era repugnante y te aborrecía, me recibiste como a tu hijo, y calmaste mis ansias de deseo. Bendito sea tu nombre para siempre por esta misericordia gratuita, rica y abundante. Desde entonces, mi experiencia interior a menudo ha sido un desierto; pero tú me has poseído aún como tu amado, y derramaste corrientes de amor y gracia en mí para alegrarme y hacerme fructificar. 


Sí, cuando mis circunstancias externas han sido peores, y he vagado en una tierra de sequía, tu dulce presencia me ha consolado. Los hombres no me han conocido cuando el desprecio me ha esperado, pero tú has conocido mi alma en las adversidades, porque ninguna aflicción atenúa el brillo de tu amor. Muy misericordioso Señor, te agradezco por toda tu fidelidad a mí en circunstancias difíciles, y lamento que en cualquier momento te haya olvidado y  note haya exaltado de corazón, cuando debo todo a tu bondad y amor. ¡Ten piedad de tu siervo!
 

Alma mía, si Jesús te reconoció así en tu bajo estado, asegúrate de no olvidarte de Él en tu prosperidad. No seas levantada por los éxitos mundanos para avergonzarte de la verdad o de la iglesia pobre con la que has sido asociado. Sigue a Jesús al desierto: lleva la cruz con Él cuando el calor de la persecución se caliente. Él te poseyó, oh alma mía, en tu pobreza y vergüenza; nunca seas tan traicionera como para avergonzarte. 

Jesús, mi alma se une a ti.
"Me dirigiré a ti en días de luz, además de noches de cuidado, ¡tú brillarás en medio de todo lo que brilla! ¡Eres el más justo y bello!"

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