domingo, 8 de abril de 2018

¡TE ALABARÉ!



Salmos 9:1
"Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón;
    Contaré todas tus maravillas."


La alabanza siempre debe seguir a la oración contestada; como la niebla de la gratitud de la tierra se eleva cuando el sol del amor del cielo calienta el suelo. ¿Te ha bendecido el Señor, y ha inclinado su oído a la voz de tu súplica? Entonces alábalo mientras vivas. Deje que la fruta madura caiga sobre el suelo fértil del cual sacó tu vida. 


No niegues una canción al que respondió tu oración y te dio el deseo de tu corazón. Callar sobre las misericordias de Dios es incurrir en la culpa de la ingratitud; es actuar de manera tan básica como los nueve leprosos, que después de haber sido curados de su lepra, no regresaron para dar gracias al Señor sanador. Olvidar alabar a Dios es negarse a beneficiarnos a nosotros mismos; la alabanza, como la oración, es un gran medio para promover el crecimiento de la vida espiritual. Ayuda a eliminar nuestras cargas, a estimular nuestra esperanza, a aumentar nuestra fe. 

El agradecimiento y la alabanza son ejercicios saludables y estimulantes que aceleran el pulso del creyente y lo estimula para nuevas empresas en el servicio de su Maestro. Bendecir a Dios por las misericordias recibidas es también la manera de beneficiar a nuestros semejantes; "Los humildes oirán y se alegrarán". Otros que han estado en circunstancias similares se consolarán si podemos decir: "¡Oh, magnifica al Señor conmigo, y exaltemos su nombre juntos! Este pobre hombre lloró, y el Señor lo escuchó". 

Los corazones débiles se fortalecerán y los santos caídos serán revividos mientras escuchan nuestras "canciones de liberación". Sus dudas y miedos serán reprendidos, mientras nos enseñamos y amonestamos unos a otros en salmos, himnos y canciones espirituales. Ellos también "cantarán en los caminos del Señor", cuando nos escuchen magnificar su santo nombre. 

La alabanza es el más celestial de los deberes cristianos. Los ángeles no oran, pero no dejan de alabar tanto en el día como en la noche; y los redimidos, vestidos con túnicas blancas, con ramas de palmas en sus manos, nunca se cansan de cantar la nueva canción, "Digno es el Cordero".

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