miércoles, 18 de diciembre de 2013

LA GALERÍA DE LA FE: DAVID


Hebreos 11:32
"¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas."

La vida de David la encontramos en los libros del profeta Samuel. Sus oraciones y cánticos, en gran parte de los Salmos. David es considerado históricamente como un rey justo, valiente, apasionado. Además, lo vemos en distintas circunstancias como un guerrero, un músico y además poeta. En Hechos 13:22, Pablo reitera que Dios encontró en David un "hombre conforme a su corazón". Es una declaración muy importante, y nos llena de esperanza, porque David, al igual que nosotros, de ninguna manera quedó exento de pecado...

David pecó, y mucho. Quizás lo que más recordamos de él en ese sentido fue lo que le hizo a Urías, el hitita. Deseó a su mujer, cometió adulterio, mintió y trató de ocultarlo, y por si fuera poco, mandó prácticamente a matar a Urías poniéndolo en un lugar de la batalla donde era casi seguro que perdería la vida. ¿Cómo Dios pudo poner en alta estima a David con una falta tan grande?

De la misma forma en que nos pone a nosotros. Hay algo que vamos a descubrir en esta lectura, algo que es decisivo para que seamos considerados amigos de Dios. Esto es la sinceridad, la transparencia delante de Él. En los Salmos lo podemos ver claramente: David no le ocultaba nada al Señor. Siempre se presentó tal y como él era, tal y como él se sentía. Muchas veces nosotros utilizamos máscaras (consciente o inconscientemente) cuando nos acercamos al Señor. Nuestras oraciones son mecánicas y repetitivas, aún sin nosotros darnos cuenta. Oramos por los alimentos, sí, pero muchas veces más por costumbre que por otra cosa. Es difícil aceptarlo, pero es así. Como humanos nos cuesta mucho no aparentar. Es casi algo automático. Si no estamos bien, tratamos de que los demás no lo noten. El problema es que lo hacemos con Dios también...

Salmo 51:3-12
"Yo reconozco mis transgresiones;
    siempre tengo presente mi pecado.
 Contra ti he pecado, sólo contra ti,
    y he hecho lo que es malo ante tus ojos;
por eso, tu sentencia es justa,
    y tu juicio, irreprochable.
 Yo sé que soy malo de nacimiento;
    pecador me concibió mi madre.
 Yo sé que tú amas la verdad en lo íntimo;
    en lo secreto me has enseñado sabiduría.

 Purifícame con hisopo, y quedaré limpio;
    lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
 Anúnciame gozo y alegría;
    infunde gozo en estos huesos que has quebrantado.
 Aparta tu rostro de mis pecados
    y borra toda mi maldad. 

 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
    y renueva la firmeza de mi espíritu.
 No me alejes de tu presencia
    ni me quites tu santo Espíritu.
 Devuélveme la alegría de tu salvación;
    que un espíritu obediente me sostenga."

 Al leer los salmos nos damos cuenta de que David se enojaba, se entristecía, se arrepentía, se alegraba, etc... Vemos cánticos y poemas que no son fingidos. Vienen de un alma que anhela estar bien con Dios. Sí, pecó, y muchas veces, pecó de formas que uno puede quedar hasta escandalizado, pero siempre buscó ponerse a cuentas con Dios. Adán no lo hizo, Adán se escondió. Pablo sí lo hizo, y de ser perseguidor de cristianos pasó a ser un instrumento fundamental en la historia del evangelio de Jesucristo. Judas no pudo contra el remordimiento (no arrepentimiento) y se mató. Jonás recapacitó (después de una dura lección dentro del vientre del gran pez) y volvió a Nínive. ¿Ves la diferencia ahora?

Dios no espera que seamos perfectos. Sí demanda que busquemos la santidad sin la cual nadie verá al Señor. Pero somos propensos a fallar. La diferencia está en que no lo hagamos a propósito, la diferencia está en qué hacemos luego de haber fallado. ¿Nos escondemos? ¿Consideramos la muerte o el suicidio como opción? ¿O acudimos a Él con un corazón arrepentido y humillado?

Dios no rechaza un corazón arrepentido. Dios no rechaza una oración sincera. Esa es la diferencia entre alcanzar misericordia o no. 


Proverbios 28:13 dice 
"Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja, halla perdón." 

Así que en este nuevo día, donde Dios el Señor ha renovado sus misericordias sobre nosotros aprovechemos para ponernos a cuentas con Él. Si hemos fallado, acerquémonos confiadamente ante el trono de su Gracia para hallar el oportuno socorro. Dios no está lejos, está cerca y lo único que demanda de nosotros es un corazón sincero.

Oración:
El Señor es mi luz y mi salvación;
    ¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida;
    ¿quién podrá amedrentarme?
 Cuando los malvados avanzan contra mí
    para devorar mis carnes,
cuando mis enemigos y adversarios me atacan,
    son ellos los que tropiezan y caen.
 Aun cuando un ejército me asedie,
    no temerá mi corazón;
aun cuando una guerra estalle contra mí,
    yo mantendré la confianza.
 Una sola cosa le pido al Señor,
    y es lo único que persigo:
habitar en la casa del Señor
    todos los días de mi vida,
para contemplar la hermosura del Señor
    y recrearme en su templo.
 Porque en el día de la aflicción
    él me resguardará en su morada;
al amparo de su tabernáculo me protegerá,
    y me pondrá en alto, sobre una roca.
 Me hará prevalecer
    frente a los enemigos que me rodean;
en su templo ofreceré sacrificios de alabanza
    y cantaré salmos al Señor.

 Oye, Señor, mi voz cuando a ti clamo;
    compadécete de mí y respóndeme.
 El corazón me dice: «¡Busca su rostro!»
    Y yo, Señor, tu rostro busco.
 No te escondas de mí;
    no rechaces, en tu enojo, a este siervo tuyo,
    porque tú has sido mi ayuda.
No me desampares ni me abandones,
    Dios de mi salvación.

 Aunque mi padre y mi madre me abandonen,
    el Señor me recibirá en sus brazos.

 Guíame, Señor, por tu camino;
    dirígeme por la senda de rectitud,
    por causa de los que me acechan.
 No me entregues al capricho de mis adversarios,
    pues contra mí se levantan falsos testigos
    que respiran violencia.

 Pero de una cosa estoy seguro:
    he de ver la bondad del Señor
    en esta tierra de los vivientes.

 Pon tu esperanza en el Señor;
    ten valor, cobra ánimo;
    ¡pon tu esperanza en el Señor!
(Salmo 27)

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