AVIVA LA LLAMA
El
amor de Dios es incondicional y también eterno. ¿Recuerdas lo que
significó para tí cuando lo escuchaste y lo comprendiste por primera
vez?
El entender esta gran verdad es un hecho que transforma
nuestra forma de ver las cosas, nuestra relación con Dios y con los
demás. Es una noticia de primera plana, pero lo cierto es que después de
un tiempo, nos 'acostumbramos' al hecho de que Dios nos ama, y puede
que no tratemos de corresponderle con la misma pasión que al principio.
Si estás experimentando algo similar, la buena noticia es que se puede hacer algo al respecto. Pablo le dijo a Timoteo en 2 Timoteo 1:6 "Por
eso te recomiendo que avives la llama del don de Dios que recibiste
cuando te impuse las manos."
Ese mensaje de Pablo a Timoteo es
el que Dios nos da hoy. ¡Avivemos esa llama! Dejemos de vivir la vida
cansados de hacer lo que hacemos, renegando por todo, viviendo como si
cada día fuera una tortura o un castigo. La verdad es que somos privilegiados de tener la
oportunidad de acercarnos a Dios y hallar el pronto auxilio en momentos
de necesidad, de hallar paz en la tormenta, esplandor donde hay cenizas,
gozo donde hay llanto y tranquilidad donde exista aflicción.
Recordemos
esto: Hacer algo con pasión significa que tratamos de hacerlo con todas nuestras
fuerzas porque nos atrae, nos sentimos bien haciéndolo y es tan fuerte
que va más allá de sentimientos. ¿Acaso un atleta que corre con pasión
siente deseos de abandonar una competencia porque se ha cambiado alguna
señal, porque de pronto empieza a llover o porque algún corredor lo ha
pasado? Así también nosotros sigamos adelante en la carrera, con pasión y
tratando de avivar el fuego del amor de Dios a cada instante. Y si aún
no has experimentado el regalo de Dios por medio de Jesucristo sigue
leyendo, porque hoy será un día donde habrá fiesta en los cielos si lo
deseas de corazón.
Oración: Dios, gracias por sorprenderme cada
día más. No quiero vivir una vida sin pasión por amarte y conocerte.
Tener una relación contigo es lo más importante que me ha pasado. Y si
por algún motivo he abandonado ese primer amor o no estoy seguro de
tenerlo, hoy me rindo a tí y te pido que entres a mi vida. Dirígela tú y
llévala por donde mejor te parezca. Me arrepiento de mis pecados y
confieso que el sacrificio de tu hijo Jesús es suficiente para mi. Te
entrego mi vida, haz de mi la persona que quieres que sea. Amén.
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