Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
martes, 15 de marzo de 2016
CUANDO UN LÍDER CAE
Levítico 4:22
"Cuando es un jefe el que peca e inadvertidamente hace cualquiera de las cosas que el Señor su Dios ha mandado que no se hagan, haciéndose así culpable..."
El adulterio, abuso sexual, las relaciones homosexuales, malversación de fondos y abuso de poder son situaciones que lamentablemente se están dando en iglesias y congregaciones donde se alaba a Dios. Lamentablemente algunos de los delincuentes se encuentran entre los líderes. Su caída rompe la fe del rebaño que ve en ellos modelos de servidumbre según Dios.
En este capítulo Dios provee reglamentos para ofrendas por el pecado, porque Él sabe que su gente es propensa al mal. No mucho tiempo después de que los Diez Mandamientos fueron dados, las personas lograron influir en Aarón, el sacerdote para que fabricara un becerro de oro como su dios. Esto demuestra que todas las personas, desde el sacerdote ungido hasta la gente común, tienen la capacidad de pecar.
Si bien hoy en día la gente tiende a disminuir la gravedad del pecado, es un asunto serio a Dios, porque es una afrenta directa a su santidad. El delincuente en aquel entonces necesitaba un sacrificio animal para hacer expiación por su pecado y recibir el perdón de Dios. Sólo la sangre derramada del animal podía hacer que fuera limpio de nuevo.
Tengamos en cuenta que cuanto mayor sea la posición del infractor, más rígido es el requisito. Dios exige más de los líderes del pueblo. Se supone que deben guiar y conducir a la gente a vivir una vida santa delante de Él. Ellos deben estar mejor que la gente común. Jesús se hizo perfecta ofrenda para el pecado por nosotros a través de su muerte en la cruz. El perdón que recibimos en su nombre nunca debe tratarse a la ligera. Nos advierte que 'todo aquel al que se haya dado mucho, mucho se le demandará "(Lucas 12:48).
Aprovechemos este día para orar por nuestros líderes de iglesia, para que lleven una conducta intachable, para que cada día busquen más la presencia de Dios y menos sus propios beneficios.
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