Hebreos 1:3
"Él es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza, y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder. Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas"
Judíos, incluso judíos cristianos, sentían un vínculo muy fuerte con la Ley y los Profetas. Durante generaciones se habían profundamente convencido sobre el mensaje de Dios a ellos. Dios había llamado a Abraham, que por haber sido fiel, fue bendecido abundantemente. De la misma manera, los judíos o hebreos como pueblo, fueron llamados a ser fieles a la ley por medio de Moisés. Pero demostraron ser infieles y como nación fueron exiliados unos 600-800 años después de Moisés. En el exilio, se enteraron del arrepentimiento y desarrollaron una voluntad de no volver a despreciar la dirección de nuevo.
Ahora Dios les había revelado algo nuevo. Había hablado por medio de su Hijo. Las promesas de Dios a través de sus profetas de un Mesías se habían cumplido. Pero no fue lo que los hebreos esperaban. El mensaje no contradice la naturaleza de Dios, pero cambió profundamente las cosas que los judíos practicaban como religión. ¿Cómo iban a dejar a un lado estas cosas familiares y preciosas para ellos?
La carta a los Hebreos establece el escenario para este tema diciéndoles que podrían cambiar si tenían algo mejor. "Ustedes tienen al Hijo de Dios que es sin duda algo mejor que lo que tenían antes. La Escritura nos muestra que Jesús es el Hijo (v 5), por encima de todo (vs 6,13), igual a Dios (v 8) y eterno (vs 10-12).
También nosotros debemos dejar atrás todos los lazos con deidades que no son El Único Señor, todas las prácticas religiosas idólatras (No hablamos únicamente de imágenes, recordemos que ídolo es cualquier cosa que toma el lugar que le corresponde a Dios) y supersticiones arraigadas en nuestras culturas. Hay que dejar a un lado cualquier práctica que no le agrade a Dios.
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