martes, 8 de marzo de 2016

EL LIBERTADOR PROMETIDO



Miqueas 5:2
"Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad."

 
Dios prometió que en medio del caos y la destrucción, Él proveería un Gobernante que vendría de Belén. La profecía se cumplió con el nacimiento del Señor Jesucristo. El Mesías pastorearía y gobernaría a su pueblo en la fuerza y ​​la majestad de Dios. Jesús será nuestra paz y no habrá más guerra o destrucción. Dios mismo se hará cargo de nuestras guerras y sometería a todos nuestros enemigos aquí representados por los asirios invasores.

El mundo se precipita hacia la destrucción a causa de obras y excesos equivocados de la humanidad. Esta es la opinión de la mayoría de los sociólogos, conservacionistas, científicos, filósofos y estadistas eminentes. Esto hace que sea aún más urgente que un Gobernante sea enviado por Dios para intervenir en nombre de la humanidad para salvarnos de la destrucción. El que está calificado para ser el gobernante y Libertador ha sido prometido por Dios mismo. Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, el Señor Jesús a nacer de la raza humana para venir como nuestro Salvador y Rey Mesías.

Él gobernará y reinará en la justicia y la paz. Jesús mismo será nuestra paz.

Jesús nos librará de todos nuestros enemigos. Él peleará por nosotros. Él destruye a los que él y su iglesia se oponen. Esta profecía de tiempos de Miqueas sigue siendo tan vigente en nuestros días.

Los enemigos que enfrentamos hoy en día no son necesariamente enemigos físicos, sino poderes de la oscuridad y las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes que emplean sus agentes y aliados para crear el caos en el mundo. La promesa de Dios es que el Señor Jesús derribará las fortalezas del diablo, destruirá la brujería, idolatría y rebelión y hará que las personas vuelvan a Él. Dios es misericordioso y compasivo. Él desea salvarnos.

Oremos por nuestros familiares y amigos por su nombre, que aún no han podido responder al don de la salvación de Dios. Para ellos también es el libertador prometido.

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