Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
miércoles, 23 de marzo de 2016
LEPRA
Salmos 139:23-24
"Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón;
pruébame y conoce mis inquietudes.
Y ve si hay en mí camino malo,
y guíame en el camino eterno."
Seguimos estudiando el libro de Levítico. Hay una sección amplia donde habla de la lepra. La enfermedad infecciosa de la piel que allí se menciona no es necesariamente la enfermedad de la lepra que conocemos hoy en día. Pero en ese tiempo podría propagarse a otras personas y ser fatal, ya que poco a poco y de manera constante arruina el cuerpo. Por lo tanto, la enfermedad se utiliza a menudo como un ejemplo de pecado. Es contagiosa y destructiva, a menos que sea detenida. Por lo tanto tenemos que evaluar periódicamente nuestras propias vidas para estar atentos a cualquier cosa que pueda trabajar de forma que nos lleve a la ruina.
La vida de Judas Iscariote es un buen ejemplo de un crecimiento descontrolado del pecado que lleva a la muerte. Fue uno de los 12 discípulos de Jesús, y fue designado como tesorero, pero él malversó los fondos. Cuando vio que Jesús no cumplía los requisitos del líder que tenía en mente para liberar a Israel de los romanos, lo vendió a los líderes religiosos. Y con un beso traicionó a Jesús con sus enemigos. Entonces sintió remordimiento por el trato injusto que Jesús recibió. En vez de pedir perdón a Jesús, Judas se suicidó.
Volvamos al Levítico: El sacerdote jugaba un papel importante para decidir si la persona estaba infectada con la enfermedad de la piel. Tenía que comprobar erupciones en la piel de la persona o hinchazón con mucho cuidado. El sacerdote también decidía si la persona estaba curada. La decisión implicaba un tiempo intermitente de aislamiento o separación total. Todo el proceso apunta a la necesidad de responsabilidad de nuestra vida a alguien que sea más maduro y digno de confianza. De lo contrario, inconscientemente podemos desviarnos del camino que Dios ha trazado para nosotros. Al igual que David, debemos pedir a Dios que examine nuestros corazones y ponga a prueba nuestros pensamientos.
Vengamos humildemente delante de Dios, busquemos la limpieza de nuestros corazones y pensamientos, y recibamos su perdón.
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