jueves, 10 de noviembre de 2016

CONFESAR EL PECADO



Lucas 15:18
"Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti."


Es muy cierto que aquellos a quienes Cristo ha lavado en su sangre preciosa no tienen que ser declarados como culpables o criminales, ante Dios el Juez, porque Cristo ha tomado para siempre todos sus pecados en un sentido legal, ya han sido aceptados en el Amado; pero sí es necesario que cada día revisemos nuestras actitudes y confesemos cuando hemos pecado y cuando hemos ofendido a Dios. 


La naturaleza nos enseña que es el deber de todos cuando fallamos en algo, hacer confesión a nuestro padre terrenal, y la gracia de Dios en el corazón nos enseña que nosotros, como cristianos, debemos la misma obligación a nuestro Padre celestial. Lo ofendemos a diario, y no deberíamos ir a descansar sin su perdón todos los días. 

Si no he buscado su perdón, me sentiré a una distancia de Él; Voy a dudar de su amor para mí; Voy a temblar ante Él; Voy a tener miedo de orar; Voy a crecer como el hijo pródigo. Pero si voy a Él y le confieso mi pecado para ser perdonado, entonces voy a sentir un amor santo de mi Padre; y seguiré a través de mi carrera cristiana, no sólo como salvado, sino como uno que disfruta de la paz presente en Dios a través de Jesucristo mi Señor. 

Hay una gran diferencia entre la confesión de pecado como un culpable, y confesar el pecado como un niño.  Hemos sido limpiados una vez por todas, pero todavía tenemos que ser lavados de la contaminación de nuestro diario caminar como hijos de Dios.

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