sábado, 5 de noviembre de 2016

CONTENTAMIENTO



Filipenses 4:11
"No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación."


Estas palabras nos muestran que la satisfacción no es algo que nazca de forma natural en el hombre. La codicia, el descontento y murmuración son tan naturales para el hombre como las piedras al suelo. Así como no tenemos que sembrar cardos y zarzas porque surgen naturalmente de la tierra, no tenemos que enseñar a los hombres a quejarse. Es algo que vemos en un bebé desde sus primeros meses de vida... 


Pero las cosas preciosas de la tierra deben ser cultivadas. Si queremos tener trigo, tenemos que arar y sembrar; si queremos tener flores, tiene que haber un jardín, y todo el cuidado del jardinero. Ahora, la alegría es una de las flores del cielo, y si la queremos, debe ser cultivada; no crecerá en nosotros por naturaleza; es la nueva naturaleza la que la produce, y aun así hay que ser especialmente cuidadoso y vigilante para cultivar y mantener la gracia que Dios ha sembrado en nosotros. Pablo dice: "He aprendido ... a contentarme". Le costó algunos dolores alcanzar esa gran verdad. No hay duda de que a veces pensaba que había aprendido, y luego se daba cuenta de que no. Y cuando al fin se dio cuenta que lo había alcanzado, ya era un hombre mayor, de cabellos grises, en las fronteras de la tumba, un pobre prisionero encerrado en la prisión de Nerón en Roma. 

Bien podríamos estar dispuestos a sufrir enfermedades como  Pablo, y compartir el calabozo frío con él, si también todo el proceso nos enseñe a ser agradecidos y a adquirir contentamiento. No es un poder que puede ejercerce de forma natural, sino una ciencia que se adquiere gradualmente. Lo sabemos por experiencia. Hermano, sigamos adelante, aprendiendo el contentamiento... seamos más agradecidos y menos quejumbrosos. Así sea.

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