Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
martes, 29 de noviembre de 2016
EL DIOS QUE DESCENDIÓ A SALVARNOS
Miqueas 5:2
"Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad."
El Señor Jesús tenía salidas para su pueblo como su representante ante el trono, mucho antes de que aparecieran en el escenario de tiempo. Fue "desde la eternidad" que firmó el pacto con su padre, que Él pagaría sangre por sangre, sufrimiento por sufrimiento, agonía por agonía y muerte por muerte, en el nombre de su pueblo; su pueblo que era "desde la eternidad", y se dio a sí mismo sin reservas.
Que a partir de la corona de su cabeza hasta la planta de su pies pudo sudar grandes gotas de sangre, que fueescupido, traspasado, burlado, destrozado, y aplastado por los dolores de la muerte. Eso hizo nuestro fiador, nuestro salvador. Tomémonos unos minutos para agradecer ese gran amor del Dios Poderoso, que vino a tomar nuestro lugar y a rescatarnos. ¿Cómo es posible que aún después de esa demostración de amor, yo dude de su presencia? ¿De su poder? ¿Me eligió antes de que las montañas fueran creadas y yo creo que me abandonó ahora? ¡Imposible!
Estoy seguro de que no me hubiera amado tanto tiempo si no hubiera sido un amante inmutable. Si pudiera cansarse de mí, Él se habría sido cansado hace mucho tiempo. Si Él no me había amado con un amor tan profundo como el infierno, y tan fuerte como la muerte, se habría apartado de mí hace mucho tiempo.
Oh, la alegría por encima de todas las alegrías me inunda, al saber que yo soy su herencia eterna e inalienable, y que su amor perpetuo será la almohada para mi cabeza esta noche. ¡Puedo dormir tranquilo y confiado! Aleluya.
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