jueves, 10 de agosto de 2017

A TI CLAMAREMOS



Salmos 28:1
"A ti clamaré, oh Jehová.
    Roca mía, no te desentiendas de mí,
    Para que no sea yo, dejándome tú,
    Semejante a los que descienden al sepulcro."


Un grito es la expresión natural del dolor, y una expresión adecuada cuando todos los demás modos de apelación nos fallan. Pero el grito debe estar solo dirigido al Señor, porque clamar al hombre es desperdiciar nuestras súplicas en el aire. 


Cuando consideramos la disposición del Señor a oír, y su capacidad de ayudar, veremos una buena razón para dirigir todos nuestros llamamientos al mismo tiempo al Dios de nuestra salvación. Será en vano llamar a las rocas en el día del juicio, pero nuestra Roca Eterna sí atiende a nuestros gritos.

"No seas silencioso conmigo." Meros formalistas pueden contentarse en quedarse sin respuestas a sus oraciones, pero los suplicantes genuinos no pueden. No se contentan con los resultados de la oración misma para calmar la mente y someter la voluntad, deben ir más allá y obtener respuestas reales del cielo, o no pueden descansar. La voz de Dios es a menudo tan terrible que sacude el desierto, pero su silencio es igualmente lleno de temor para un suplicante ansioso. Cuando Dios parece cerrar su oído, no debemos por lo tanto cerrar nuestras bocas, sino más bien llorar con más fe. Porque cuando nuestra súplica se agudiza con afán y dolor, no nos negará una audiencia. 


¿Cuán terrible sería nuestra vida si el Señor se hiciera silencio para siempre con nuestras oraciones? Privados del Dios que responde a la oración, debemos estar en una situación más lamentable que los muertos en la tumba, y pronto hundidos al mismo nivel que los perdidos en el infierno. 

Pero Dios nos responde, nos ayuda y nos da lo que necesitamos. Obviamente no va a decir que sí siempre, pero no dejará a sus hijos sin respuesta, Él sabe darnos lo que necesitamos en el momento exacto. Bendito sea.

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