martes, 29 de agosto de 2017

PADRE, HIJO, ESPÍRITU SANTO




Judas 1:1-2
"Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo, a los llamados, santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo:
Misericordia y paz y amor os sean multiplicados."


Es necesario destacar la unión de las Tres Personas Divinas en todos sus actos de gracia. Cuán imprudentemente hablan aquellos creyentes que hacen preferencias en las Personas de la Trinidad: Que piensan en Jesús como si Él fuera la encarnación de todo lo bello y amoroso, mientras que al Padre lo consideran severamente justo, pero carente de bondad. Igualmente equivocados están aquellos que magnifican el decreto del Padre, y la expiación del Hijo, pero desprecian la obra del Espíritu Santo. 


En las obras de gracia ninguna de las Personas de la Trinidad actúa aparte del resto. Están tan unidos en sus hechos como en su esencia. En su amor hacia los elegidos son uno, y en las acciones que fluyen de esa gran fuente central todavía están indivisibles. Especialmente debemos notar esto en el asunto de la santificación. Aunque erróneamente podamos hablar de la santificación como obra del Espíritu, debemos tener cuidado de que no la vemos como si el Padre y el Hijo no tuvieran parte en ella. Es correcto hablar de santificación como obra del Padre, del Hijo y del Espíritu. 

Todavía dice Jehová: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza", y así somos "su obra, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios ha ordenado antes de que anduviéramos en ellas". Veamos el valor que Dios establece en la verdadera santidad, ya que las Tres Personas en la Trinidad son representadas como colaboradores para producir una Iglesia sin "mancha, sin arruga, o cosa semejante". 

Y tú, creyente, como seguidor de Cristo, también debes fijar un alto valor en la santidad, sobre la pureza de la vida y la piedad de la conversación. Valora la sangre de Cristo como el fundamento de tu esperanza, pero nunca hables despectivamente de la obra del Espíritu que es  la herencia de los santos en luz. 

Hoy vivamos para manifestar la obra del Dios Trino en nosotros.

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