jueves, 31 de agosto de 2017

ENOJO



Jonás 4:9
"Entonces dijo Dios a Jonás: ¿Tanto te enojas por la calabacera? Y él respondió: Mucho me enojo, hasta la muerte."


La ira no es siempre necesariamente pecaminosa, pero tiene tanta tendencia a correr salvaje que cada vez que se muestra, deberíamos cuestionar rápidamente nuestro carácter, con esta indagación: "¿Estoy enojado?" 


Puede ser que podamos responder, "SÍ". Muy a menudo el enojo es el fuego del loco, pero a veces es el fuego de Elías del cielo. Hacemos bien cuando estamos enojados con el pecado, por el mal que comete contra nuestro Dios bueno y misericordioso; o con nosotros mismos porque seguimos siendo tan necios después de tanta instrucción divina; o con otros cuando la única causa de la ira es el mal que hacen. El que no está enojado con la transgresión se hace partícipe de ella. El pecado es una cosa repugnante y odiosa, y ningún corazón renovado puede soportarlo pacientemente. 

El mismo Dios está enojado con los impíos todos los días, y está escrito en Su Palabra: "Vosotros que amáis al Señor, aborrecéis el mal". Pero a veces el enojo nos hace perder la cabeza. ¿Por qué deberíamos estar enojados con los niños, con los compañeros, con los seres queridos si no hacen lo que queremos? ¿Es una cólera tan honorable para nuestra profesión cristiana, o para glorificar a Dios? ¿Acaso no es el viejo corazón malo que busca el dominio, y no debemos resistirlo con todo el poder de nuestra naturaleza recién nacida? 

El creyente debe recordar que debe ser un conquistador en cada punto, o que no puede ser coronado. Si no podemos controlar nuestros temperamentos, ¿qué ha hecho la gracia para nosotros? 

No debemos hacer de la debilidad natural una excusa para el pecado, sino que debemos ir a la cruz y orar al Señor para crucificar nuestros ánimos y renovarnos con la mansedumbre de su imagen.

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