Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
martes, 15 de agosto de 2017
LLAMADOS A SER SANTOS
Romanos 1:7
"A todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo."
Somos muy propensos a considerar a los predicadores o líderes religiosos como si fuesen "santos" de una manera más especial que los otros hijos de Dios. Todos a quienes Dios ha llamado por Su gracia, realmente han sido santificados por Su Espíritu... Pero somos dados a considerar a los líderes como seres extraordinarios, apenas sometidos a las mismas debilidades y tentaciones que nosotros mismos. Sin embargo, al hacerlo, nos olvidamos de esta verdad: Que cuanto más cerca vive un hombre de Dios, más intensamente tiene que llorar por su propio corazón maligno. Y cuanto más su Maestro le honra en sus privilegios, tanto más el mal de la carne le debe fastidiar y tratar de evitarla día a día.
El hecho es que, si hubiéramos visto al apóstol Pablo, lo hubiéramos considerado notablemente como parte de una familia escogida, y si hubiéramos hablado con él, seguramente hubiésemos dicho: "Encontramos que su experiencia es superior a la de nosotros, pero tiene las mismas pruebas que soportar". No veamos, pues, a los antiguos santos como exentos de enfermedades o pecados. Y no los consideremos con esa reverencia mística que casi nos hará idólatras. Su santidad es alcanzable incluso por nosotros. Somos llamados a ser santos por esa misma voz que los obligó a su alta vocación.
Es deber de un cristiano obligarse a entrar en el círculo íntimo de la santidad. Y si estos santos fueron superiores a nosotros en sus logros, como ciertamente lo fueron, sigámoslos. Emulemos su ardor por las Escrituras y santidad. Tenemos la misma luz que ellos tenían, la misma gracia es accesible para nosotros, y ¿por qué debemos descansar satisfechos hasta que los hayamos igualado en el carácter celestial?
Vivían con Jesús, vivían para Jesús, por lo tanto crecieron como Jesús. Vivamos por el mismo Espíritu como ellos lo hicieron, "mirando a Jesús", y nuestra santidad pronto será visible. Así sea.
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