Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
lunes, 28 de agosto de 2017
DE ESTO CONTAREMOS A NUESTROS HIJOS
Joel 1:3
"De esto contaréis a vuestros hijos, y vuestros hijos a sus hijos, y sus hijos a la otra generación."
De esta manera sencilla, por la gracia de Dios, un testimonio vivo de la verdad siempre debe ser mantenido vivo en la tierra: los amados del Señor deben entregar su testimonio del evangelio y el pacto a sus herederos, y éstos nuevamente a sus descendientes siguientes.
Este es nuestro primer deber: debemos comenzar en el hogar, con la familia. Es un mal predicador el que no comienza su ministerio en casa. Enseñar a nuestros hijos es un deber personal, no podemos delegarla en los maestros de la escuela dominical ni en otras ayudas amistosas. Éstos pueden ayudarnos, pero no pueden librarnos de la sagrada obligación. Las madres y los padres deben, como Abraham, mandar a sus casas en el temor de Dios, y hablar con sus descendientes acerca de las maravillas del Altísimo. La enseñanza de los padres es un deber natural, ¿quién se siente tan a gusto para mirar al bienestar del niño como quien es el autor de su ser real? Negar la instrucción de nuestra descendencia es peor que brutal.
La enseñanza familiar es necesaria para la nación, para la propia familia y para la iglesia de Dios. Que los padres despertaran a un sentido de la importancia de este asunto es nuestro deseo hoy. Es un deber agradable hablar de Jesús a nuestros hijos e hijas, y más aún porque a menudo ha demostrado ser una obra aceptada, porque Dios ha salvado a los niños a través de las oraciones y amonestaciones de los padres.
Que todas las casas a las que llegue hoy esta pequeña reflexión honren al Señor y provoquen su sonrisa por medio de la instrucción de Su Palabra a sus hijos. Así sea.
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