domingo, 27 de agosto de 2017

FORTALECIDOS


1 Pedro 5:10
"Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca."


Tú has visto el arco del cielo que atraviesa la llanura: gloriosos son sus colores, y raros sus matices. Es hermoso, pero, por desgracia, pasa, y cuando menos nos imaginamos, ya no está. Los colores justos ceden paso a las nubes lanosas, y el cielo ya no es brillante con las tintas del cielo. No está establecido. ¿Cómo puede ser? Un espectáculo glorioso compuesto por rayos solares transitorios y gotas de lluvia pasajeras, ¿cómo puede subsistir? 


El carácter cristiano no debe parecerse al arco iris en su belleza transitoria, sino que, por el contrario, debe establecerse y permanecer. Busca, oh creyente, que todo bien que tengas sea una cosa perdurable. Que tu carácter no sea un escrito sobre la arena, sino una inscripción sobre la roca. Que tu fe no sea un "tejido sin fondo de una visión", sino que sea construida de material capaz de soportar ese terrible fuego que consumirá la madera, el heno y el rastrojo del hipócrita. 

Que seas arraigado y fundado en el amor. Que tus convicciones sean profundas, tu amor real, tus deseos serios. Que toda tu vida esté tan establecida, que todas las ráfagas del infierno y todas las tormentas de la tierra nunca te puedan quitar el gozo. Pero nota cómo se gana esta bendición de ser "establecido en la fe". Las palabras del apóstol nos señalan al sufrimiento como el medio empleado: "Después de eso habéis sufrido por un tiempo". 

No sirve de nada esperar que estemos bien arraigados si no pasan vientos fuertes sobre nosotros. Esos temblores en la raíz del roble, y esos extraños giros de las ramas, todos hablan de las muchas tormentas que lo han barrido, y son también indicadores de la profundidad en que las raíces han forzado su camino. 

Así es que el cristiano se hace fuerte, y firmemente arraigado por todas las pruebas y tormentas de la vida. No retrocedas, pues, de los tempestuosos vientos de juicio, sino recibe consuelo, creyendo que por su disciplina Dios está cumpliendo esta bendición para ti.

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