Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
viernes, 29 de diciembre de 2017
ESCOGIDOS
Marcos 3:13
"Después subió al monte, y llamó a sí a los que Él quiso; y vinieron a Él."
Aquí está demostrada la soberanía. Los espíritus impacientes pueden inquietarse y exhalar, porque no son llamados a los lugares más altos en el ministerio; pero regocíjate si Jesús te ha llamado a su Reino, porque ha sido su vuluntad. Si Él me deja ser el portero en su casa, lo bendeciré alegremente por esa gracia al permitirme hacer cualquier cosa a su servicio. El llamado de los siervos de Cristo viene de arriba. Jesús está en la montaña, cada vez más sobre el mundo en santidad, seriedad, amor y poder.
Aquellos a quienes llama deben seguirle a la montaña, deben tratar de elevarse a su nivel viviendo en comunión constante con Él. Puede que no sean capaces de alcanzar los honores clásicos, o alcanzar la eminencia a los ojos de los demás, pero deben como Moisés subir al monte de Dios y tener relaciones familiares con el Dios invisible, o nunca estarán preparados para proclamar el evangelio de la paz. Jesús se separó para tener una gran comunión con el Padre, y debemos entrar en la misma compañía divina si queremos bendecir a nuestros semejantes.
No es de extrañar que los apóstoles estuvieran revestidos de poder cuando descendieron frescos de la montaña donde estaba Jesús. Esta mañana debemos esforzarnos para ascender al monte de la comunión, para que allí podamos ser ordenados para el trabajo de la vida por el cual somos apartados. No veamos el rostro del hombre hoy hasta que hayamos visto a Jesús. El tiempo pasado con Él es el mejor tiempo de la vida. Nosotros también echaremos fuera demonios y haremos maravillas si descendemos al mundo ceñido con esa energía divina que solo Cristo puede dar.
No sirve de nada ir a la batalla del Señor hasta que estemos armados con armas celestiales. Debemos ver a Jesús, esto es esencial. En el propiciatorio permaneceremos hasta que Él se manifieste a nosotros como no lo hace ante el mundo, y hasta que podamos decir con sinceridad: "Estuvimos con Él en el Monte Sagrado".
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