sábado, 28 de mayo de 2016

ÉL ES EL REY


1 Samuel 8:4-5
"Entonces se reunieron todos los ancianos de Israel y fueron a Samuel en Ramá, y le dijeron: Mira, has envejecido y tus hijos no andan en tus caminos. Ahora pues, danos un rey para que nos juzgue, como todas las naciones."

En nuestra lectura de hoy, la recién nacida nación de Dios Israel comenzó a envidiar a otras naciones que tenían reyes para guiarlos en la batalla. Ellos clamaban por la pompa y el prestigio de tener un rey que pudiera gobernar sobre ellos también. Desde el comienzo de su historia, Dios había desempeñado ese papel real para ellos e incluso habiendo coronado a un rey, tanto él como el pueblo habría tenido que someterse a la soberanía de Dios. Así que esta transferencia de una teocracia a una monarquía era en realidad un paso retrógrado, una decisión totalmente alejada del plan original de Dios. Desde luego, no era el plan ideal de Dios para Israel. Sin embargo, el brillo y el glamour de una monarquía cegaron a las personas.

Debe haber afligido el corazón de Dios el darse cuenta de lo mucho que su gente quería desplazarlo como su gobernante nacional. En realidad, una y otra vez habían sido rechazado a Dios mientras adoraban a otros dioses (v 8). Ahora habían dado un paso más. Cuando Samuel se enteró de ello, se angustió demasiado, ya que tenía implicaciones personales para él, que era como su único líder desde sus días de adolescencia. Sólo llegó a un acuerdo cuando Dios tristemente le recordó que en última instancia, fue a Dios al que el pueblo rechazó, no a Samuel (v 7).

Quizás Samuel también resultó herido, en cierto sentido, por la emisión del voto sin confianza en el liderazgo de sus dos hijos Joel y Abías. Pero sus hijos eran jueces corruptos y no debían esperar que las personas los respetaran. Tenemos una lección también en este tema, el respeto es algo que se gana, no se exige.


Como ciudadanos del Reino, nuestro verdadero rey es Dios Oremos por todos los reyes y los líderes de gobierno de nuestro país para que sean dignos de la posición que Dios les ha concedido y que no abusen de sus derechos.

¿Hemos roto el corazón de Dios, poniendo a alguien o algo como rey en nuestro corazón, aunque sea momentáneamente? Pidamos perdón y volvamos al camino.

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