Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
sábado, 8 de julio de 2017
CONFIANZA
Juan 10:28
"y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano."
El cristiano nunca debe pensar o hablar a la ligera de la incredulidad. Para que un hijo de Dios desconfíe de su amor, su verdad, su fidelidad, le deben ser grandemente desagradables. ¿Cómo podemos dudar de su gracia? ¡Cristiano! Es contrario a todas las enseñanzas de la preciosa Palabra de Dios que siempre olvidemos lo que Dios ha hecho. Si pudiera ser así, ¿cómo podría ser mentiroso el que ha dicho: "¿Puede una mujer olvidar a su hijo, y que no tenga compasión del hijo de su vientre?" Aunque ella olvide, nunca me olvidaré de ti."
¿Cuál sería el valor de esta promesa: "Los montes se apartarán y los cerros se quitarán, pero mi bondad no se apartará de ti, ni el pacto de mi paz será quitado, dice el Señor que tiene misericordia de ti". ¿Y dónde dejamos las palabras de Cristo?: "Yo doy a mis ovejas la vida eterna, y nunca perecerán, y nadie las arrancará de mi mano." Mi Padre, que me las dio, es más grande que todos".
¿Dónde estaría la verdad de Dios, su honor, su poder, su gracia, su pacto, su juramento, si alguno de aquellos por quienes Cristo ha muerto, y que han puesto su confianza en él, destapara los temores incrédulos que deshonran a Dios. Levántate, sacúdate del polvo, y pon tus hermosas vestiduras. Recuerda que es pecaminoso dudar de Su Palabra en la cual te ha prometido que nunca perecerás.
Que la vida eterna dentro de ti se exprese con gozo confiado. ¡Que nunca dudemos de nuestro Todopoderoso Dios!
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