viernes, 21 de julio de 2017

TEMPLOS




Zacarías 6:13
"El edificará el templo de Jehová, y él llevará gloria, y se sentará y dominará en su trono, y habrá sacerdote a su lado; y consejo de paz habrá entre ambos."


Cristo mismo es el constructor de su templo espiritual, y lo ha construido en las montañas de su inmutable afecto, de su gracia omnipotente y de su veracidad infalible. 


Pero como estaba el templo de Salomón, así pasa también acá: Los materiales necesitan prepararse. Existen los "Cedros del Líbano", pero no están enmarcados para el edificio. No están cortados, moldeados, y hechos en esos tablones de cedro, cuya belleza olorosa alegrará los atrios de la casa del Señor en el Paraíso. Existen también las piedras ásperas en la cantera, pero deben ser talladas de allí. Todo esto es obra de Cristo. Cada creyente individual está siendo preparado, pulido y preparado para su lugar en el templo. Pero la propia mano de Cristo realiza el trabajo de preparación. 

Las aflicciones por sí solas no pueden santificar, excepto porque son usadas por Cristo para este fin. Nuestras oraciones y esfuerzos no pueden prepararnos para el cielo, aparte de la mano de Jesús, que forma nuestros corazones correctamente. Como en la construcción del templo de Salomón, "no había ni martillo, ni hacha, ni utensilio de hierro oído en la casa", porque todo estaba perfectamente listo para el lugar exacto que debía ocupar. Así es con el templo que construye Jesús: La preparación está hecha en la tierra. Cuando lleguemos al cielo, no habrá santificación allí, porque ya toda la labor fue hecha acá. 

No, tenemos que encontrarnos aquí con toda la planificación que Cristo hará de antemano. Y cuando lo haya hecho, seremos transportados por una mano amorosa a través de la corriente de la muerte, y llevados a la Jerusalén celestial, para permanecer como columnas eternas en el templo de nuestro Señor.

"Debajo de su ojo y cuidado, El edificio se levantará, majestuoso, fuerte, y justo. Y brillará sobre los cielos."

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