Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
jueves, 13 de julio de 2017
UN JARDÍN
Cantares 5:1
"Yo vine a mi huerto, oh hermana, esposa mía;
He recogido mi mirra y mis aromas;
He comido mi panal y mi miel,
Mi vino y mi leche he bebido.
Comed, amigos; bebed en abundancia, oh amados."
El corazón del creyente es el jardín de Cristo. Lo compró con su preciosa sangre, y entra en él y lo reclama como suyo. Un jardín implica cuidado. No es el patio común abierto. No es un desierto. Está amurallado alrededor o cubierto. Deberíamos ver que el muro de separación entre la iglesia y el mundo se hizo más amplio y más fuerte. Se hace triste oír a los cristianos decir: "Bueno, no hay daño en esto, no hay daño en eso", acercándose así lo más posible al mundo.
La gracia está en un bajo reflujo en esa alma que puede incluso plantear la cuestión de hasta dónde puede ir en conformidad mundana. Un jardín es un lugar de belleza, que supera con mucho las tierras silvestres incultas. El verdadero cristiano debe buscar ser más excelente en su vida que el mejor moralista, porque el jardín de Cristo debe producir las mejores flores en todo el mundo.
Incluso el mejor jardín es pobre en comparación con los méritos de Cristo. No lo dejemos con plantas marchitas y enanas. Los lirios y rosas más raros, más ricos y elegidos deben florecer en el lugar que Jesús llama suyo. El jardín es un lugar de crecimiento. Los santos no deben permanecer subdesarrollados, sino dando siempre brotes y flores. Debemos crecer en gracia, y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. El crecimiento debe ser rápido donde Jesús es el Esposo, y el Espíritu Santo el rocío desde arriba. Un jardín es un lugar de retiro. Así que el Señor Jesucristo quiere que reservemos nuestras almas como un lugar en el cual pueda manifestarse al mundo.
A menudo nos preocupamos y nos inquietamos, como Marta, con mucho servicio, de modo que no tenemos la habitación para Cristo que María tenía, y no nos sentamos a sus pies como deberíamos. El Señor conceda las dulces regaderas de su gracia para regar su jardín este día.
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