viernes, 7 de julio de 2017

CUANDO ÉL ABRE...



Apocalipsis 3:7
"Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre."


Jesús es el guardián de las puertas del paraíso y ante cada alma creyente abre una puerta, que ningún hombre o demonio podrá cerrar. Qué alegría será encontrar que la fe en Él es la llave de oro de las puertas eternas. Hermano, ¿llevas esta llave en tu pecho, o confías en alguna trampa engañosa, que te fallará al final? 


Escucha esta parábola del predicador, y acuérdate: El gran Rey ha hecho un banquete, y ha proclamado a todo el mundo que nadie entrará sino aquellos que traen consigo la más bella flor que florece. Los espíritus de los hombres avanzan a la puerta por millares, y traen cada uno la flor que él estima como la reina del jardín. Algunos llevan en sus manos el trébol de la superstición, o las alabanzas de Roma, o la rosa de la justicia propia, pero éstos no son queridos por el Rey. ¿Te has fijado en la rosa de Sarón? ¿Siempre llevas el lirio de los valles en tu pecho? Si es así, cuando vayas a las puertas del cielo, conocerás su valor, porque sólo tienes que mostrar esta flor escogida, y la puerta se abrirá: no por un momento sino que tendrás acceso eternamente. 

Encontrarás tu camino con la rosa de Sarón en tu mano, hasta el trono de Dios mismo, porque el cielo mismo no posee nada que opaque su radiante belleza, y de todas las flores que florecen en el paraíso no hay nadie que pueda rivalizar con el lirio del valle. Creyente, haz que el rojo sangre del Calvario suba a tu mano por la fe, por el amor, por la comunión, la santidad, y serás bendecido más allá de toda dicha, feliz más allá de un sueño. 

Jesús, sé mío para siempre, Dios mío, mi cielo, mi todo.

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