miércoles, 12 de julio de 2017

MI REDENTOR



Isaías 54:5
"Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado."


Jesús, el Redentor, es nuestro y vive para siempre. Todos los oficios de Cristo son obtenidos por y para nosotros. Él es rey para nosotros, sacerdote para nosotros, y profeta para nosotros. Cada vez que leemos un nuevo título del Redentor, lo apropiamos como nuestro bajo ese nombre tanto como bajo cualquier otro. 


El bastón del pastor, la vara del padre, la espada del capitán, la mitra del sacerdote, el cetro del príncipe, el manto del profeta, son todos nuestros. Jesús no tiene dignidad que no emplee para nuestra exaltación, y ninguna prerrogativa que no ejerza para nuestra defensa. Su plenitud de Dios es nuestra grande e inagotable casa del tesoro.

Para nosotros, nuestro misericordioso Señor comunica la virtud inmaculada de un carácter inoxidable. Nos da la eficacia meritoria de una vida devota. En nosotros Él concede la recompensa obtenida por la sumisión obediente y el servicio incesante. Él hace que la vestidura inmaculada de su vida sea nuestra belleza protectora. Las virtudes brillantes de su carácter, nuestros ornamentos y joyas... Y la sobrehumana mansedumbre de su muerte nuestra alabanza y gloria. 


Él nos legó su pesebre para aprender cómo Dios descendió al hombre, y su Cruz para enseñarnos cómo el hombre puede subir a Dios. Todos sus pensamientos, emociones, acciones, enunciados, milagros e intercesiones eran para nosotros. Él pisó el camino de la tristeza en nuestro favor, y ha hecho para nosotros como su legado celestial los resultados completos de todos los trabajos de su vida. Ahora es tanto nuestro como antes. 

Cristo en todas partes y en todos los sentidos es nuestro Cristo, para siempre para que disfrutemos su presencia cada día. ¡Oh alma mía, por el poder del Espíritu Santo! Llámalo esta mañana, "tu Redentor".

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