jueves, 19 de octubre de 2017

LLENA DE SU GLORIA



Salmos 72:19
"Bendito su nombre glorioso para siempre,
Y toda la tierra sea llena de su gloria.
Amén y Amén."


Esta es una gran petición. Interceder por una ciudad entera necesita un salto de fe, y hay momentos en que la oración hecha por un solo hombre es suficiente para tambalearnos. ¡Pero cuán profunda era la intercesión del salmista! ¡Cuán completa! ¡Qué sublime! "Toda la tierra se llene de su gloria". No exime a un solo país; no excluye una sola nación, por más bárbara que sea. 


Para el caníbal, así como para los civilizados, para todos los climas y razas esta oración se pronuncia: todo el círculo de la tierra que abarca, y no omite a ningún hijo de Adán. Debemos estar despiertos y haciendo algo por nuestro Maestro, o no podemos honestamente ofrecer tal oración. La petición no se pregunta con un corazón sincero a menos que nos esforcemos a extender el reino de nuestro Maestro. ¿Acaso no hay algunos que descuidan tanto a la demanda como al trabajo? 

Lector, ¿es tu oración? Vuelve los ojos al Calvario. He aquí al Señor de la Vida clavado en una cruz, con la corona de espinas sobre su frente, con cabeza sangrante, manos y pies. ¡Qué! ¿puedes contemplar este milagro de milagros, la muerte del Hijo de Dios, sin sentir en tu seno una admiración maravillosa que el lenguaje nunca pueda expresar? Y cuando sientas que la sangre se aplica a tu conciencia, y sabes que Él ha borrado tus pecados, no eres un hombre a menos que empieces a arrodillarte y clames: "Toda la tierra se llene de su gloria, Amén y Amén" . 

¿Puedes inclinarte ante el Crucificado en un amoroso homenaje, y no desear ver a tu Monarca dueño del mundo? La piedad no vale nada, a menos que nos lleve a desear que la misma misericordia que se ha extendido a nosotros bendiga al mundo entero. Señor, ¡Que se llene la tierra de tu gloria!

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