jueves, 12 de octubre de 2017

LUZ



Apocalipsis 21:23
"La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera."


Contemple el Cordero como la luz del cielo. La luz en la Escritura es el emblema de la alegría. El gozo de los santos en el cielo está comprendido en esto: Jesús nos escogió, nos amó, nos compró, nos limpió, nos redimió, nos mantuvo, nos glorificó: estamos aquí completamente a través del Señor Jesús. Cada uno de estos pensamientos será para ellos como un racimo de las uvas de Escol. La luz es también la causa de la belleza. Nada de belleza queda cuando la luz se ha ido. Sin luz no resplandece ningún resplandor del zafiro, ningún rayo pacífico procede de la perla; y así toda la belleza de los santos de arriba proviene de Jesús. 


La luz es también el emblema del conocimiento. En el cielo nuestra ciencia será perfecta, pero el Señor Jesús mismo será la fuente de ella. Las providencias oscuras, nunca antes comprendidas, se verán claramente, y todo lo que nos enreda ahora se nos manifestará a la luz del Cordero. ¡Oh! ¡Qué despliegues habrá y qué glorificación del Dios de amor! La luz también significa manifestación. La luz se manifiesta. En este mundo todavía no aparece lo que seremos. 

El pueblo de Dios es un pueblo oculto, pero cuando Cristo recibe a su pueblo al cielo, él los tocará con la varita de su propio amor y los transformará en la imagen de su gloria manifestada. Eran pobres y miserables, ¡pero qué transformación! Estaban manchados de pecado, pero un toque de su dedo, y son brillantes como el sol, y claros como el cristal. Oh! ¡qué manifestación! Todo esto procede del Cordero exaltado. 

Jesús será el centro y el alma de todo. ¡Oh! Debemos estar presentes y verlo en su propia luz, al Rey de reyes, y Señor de señores!

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