Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
martes, 31 de octubre de 2017
UN PACTO ETERNO
Génesis 9:14
"Y sucederá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco en las nubes."
El arco iris, símbolo del pacto con Noé, recuerda también el pacto de nuestro Señor Jesús, un pacto de esperanza y de salvación. El arco iris sólo se puede ver pintado sobre una nube. Cuando la conciencia del pecador está oscura de nubes, cuando se acuerda de su pecado pasado, y se lamenta delante de Dios, Jesucristo se le revela como el pacto Arco Iris, mostrando todos los matices gloriosos del carácter divino y trayendo la paz.
Para el creyente, cuando sus pruebas y tentaciones lo rodean, es dulce ver a la persona de nuestro Señor Jesucristo diciéndonos que nos ha comprado con su sangre. El arco iris de Dios está colgado sobre la nube de nuestros pecados, nuestros dolores y nuestras aflicciones, para profetizar la liberación. Tampoco una nube solo da un arco iris, debe haber gotas de agua para reflejar la luz del sol. Por lo tanto, nuestras penas no sólo deben amenazar, sino que realmente deben caer sobre nosotros. No había Cristo para nosotros si la venganza de Dios hubiera sido simplemente una nube amenazante: el castigo debe caer en terribles gotas sobre el que redime.
Hasta que haya una angustia real en la conciencia del pecador, no hay Cristo para él; hasta que el castigo que él merece se vuelve inminente, no puede ver a Jesús. Pero también debe haber un sol; porque las nubes y las gotas de la lluvia no hacen arco iris a menos que el sol brille. Amado, nuestro Dios, que es como el sol para nosotros, siempre brilla, pero no siempre lo vemos - las nubes ocultan su rostro-; pero no importa porque está allí, y quiere revelarse a nosotros.
Se dice que cuando vemos el arco iris la tormenta ha terminado. Cierto es que cuando Cristo viene, nuestros problemas se quitan; cuando contemplamos a Jesús, nuestros pecados desaparecen, y nuestras dudas y temores disminuyen. Cuando Jesús camina por las aguas del mar, ¡qué profunda es la calma!
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