miércoles, 28 de marzo de 2018

¡CUÁN GRANDE AMOR!



Juan 13:5
"Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido."


El Señor Jesús ama tanto a su pueblo, que todos los días Él sigue haciendo por ellos mucho de lo que hizo al lavarle los pies a sus discípulos. Es que este acto simbólico muestra la actitud de servicio y humildad del Señor del universo. Él ama a su pueblo: Sus acciones más pobres las acepta; su pena más profunda las siente; su más ligero deseo lo escucha, y cada una de sus transgresiones las perdona. Él sigue siendo su Servidor, así como su Amigo y Maestro. No solo realiza actos majestuosos para ellos, sino que humilde y pacientemente, Él todavía anda entre su gente con la palangana y la toalla. 


Jesús tiene y tendrá una gran paciencia contigo; Él oirá tu confesión de pecado, y dirá: "Quiero, sé limpio"; volverá a aplicar la sangre, y le hablará de paz a tu conciencia, y eliminará todos los signos de dolor y confusión. Es un gran acto de amor eterno cuando Cristo, de una vez por todas, absuelve al pecador y lo pone en la familia de Dios; pero qué paciencia condescendiente hay cuando el Salvador con mucho sufrimiento soporta las locuras recurrentes de su discípulo caprichoso; día tras día y hora tras hora, borrando las múltiples transgresiones de su hijo errado pero amado. 

Secar todo un torbellino de rebelión es algo maravilloso, pero soportar la caída constante de ofensas repetidas, aguantar perpetuamente con paciencia, ¡esto es divino! Mientras encontramos consuelo y paz en la purificación diaria de nuestro Señor, su influencia legítima sobre nosotros deberá aumentar nuestro amor, nuestro rechazo al pecado y nuestro deseo de santidad. ¿Estás dispuesto?

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