Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
martes, 13 de marzo de 2018
SIN MOTIVOS PARA DUDAR
1 Samuel 27:1
"Dijo luego David en su corazón: Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl; nada, por tanto, me será mejor que fugarme a la tierra de los filisteos, para que Saúl no se ocupe de mí, y no me ande buscando más por todo el territorio de Israel; y así escaparé de su mano."
La idea del corazón de David en este momento era un pensamiento falso, porque ciertamente no tenía ninguna razón para pensar que la unción de Dios por parte de Samuel estaba destinada a ser dejada como un acto vacío y sin significado. En ninguna ocasión el Señor había abandonado a su siervo; había sido colocado en posiciones peligrosas muy a menudo, pero no se había producido ningún caso en el que la intervención divina no lo hubiera liberado.
Las pruebas a las que estuvo expuesto habían sido variadas; no habían asumido una sola forma, sino muchas; sin embargo, en todos los casos, el que envió la prueba también había ordenado gentilmente una vía de escape. David no pudo poner su dedo en ninguna entrada de su diario y decir: "Aquí hay evidencia de que el Señor me abandonará", ya que todo el tenor de su vida pasada resultó ser lo contrario. Debería haber argumentado por lo que Dios había hecho por Él, que Dios sería su defensor aún. Pero, ¿no nos pasa seguido que aún con todas las pruebas dudamos de la ayuda de Dios? ¿No han sido sus misericordias maravillosas? ¿Alguna vez no ha podido justificar nuestra confianza? ¡Ah, no! nuestro Dios no nos ha abandonado en ningún momento.
Hemos tenido noches oscuras, pero la estrella del amor ha brillado en medio de la negrura; hemos estado en conflictos severos, pero sobre nuestra cabeza ha levantado el escudo de nuestra defensa. Hemos pasado por muchas pruebas, pero nunca en nuestro detrimento, siempre en nuestra ventaja; y la conclusión de nuestra experiencia pasada es que el que estuvo con nosotros en seis problemas no nos abandonará en el séptimo. Lo que hemos sabido de nuestro Dios fiel, demuestra que nos mantendrá hasta el final.
No razonemos, pues, en contra de la evidencia. ¿Cómo podemos ser tan poco generosos como para dudar de nuestro Dios? Señor, arroja nuestra incredulidad fuera de nosotros y no permitas que te seamos mal agradecidos. En el nombre de Jesús, amén.
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